domingo, 2 de diciembre de 2012

Siéntate y escucha.

Me dijiste un día que estabas cansado de que sonriera y que dijeses siempre que me daba igual, que no importaba lo que pasaba. Me soltaste lo típico, que era la mejor del mundo, que era la primera siempre en todo, que gracias a mí, tú eras el chico más feliz del mundo. Me prometiste muchas cosas, demasiadas, la mayoría ni me acuerdo. Ahora siéntate, y escúchame.
¿Por qué eres tan mentiroso? Y lo mejor, ¿te crees que no sabía que mentías? Creo que tonta no soy, y ya te has pasado de la raya. Dices que no te da igual el asunto, que no quieres que haya problemas, pero le das la espalda a estos. No tiene sentido, no tienes sentido. Si dices que quieres a alguien, dilo de corazón. Has hecho que crea que tus palabras son sólo palabras, que las dices sin sentimiento alguno. No sé si eso te hace sentir bien, pero créeme, eso te daña, y dañas a los demás. 
Lo mejor es que vienes a mí llorando porque te han roto el corazón. ¿De verdad crees que te mereces que te ayude? No estoy diciendo que te lo mereces, pero si no hubieras hecho muchas cosas, no te pasarían. Ni siquiera te arrepientes de lo que has hecho. ¿Cómo te vas a dar cuenta? No aprendes de tus errores, de todos los que tienes, ¿y esperas que te vaya genial la vida? Para eso primero deberías cambiar, corregir esos errores, o al menos que parezca que los corrijas.
El tiempo pone a cada persona en su lugar. Lo tuyo es cuestión de tiempo. Y sí, cuando estés mal, me necesites, no voy a estar, estaré buscando mi propia felicidad, no la tuya.

Susanna Storm.

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